Por alguna razón existe la idea de que lo incierto es algo malo de lo que el ser humano debe cuidarse y mantenerse alerta para no ser tomado por sorpresa o desprevenido.
La incertidumbre es el no saber que va a pasar, es ambigua y por consiguiente se le considera una enemiga. Cuando se vive bajo la incertidumbre el ser humano, a manera de protección, tiende a plantear en su mente miles de posibles escenarios terroríficos para así estar prevenido y saber reaccionar. Es entonces cuando surgen pensamientos del tipo “¿Y si…?” ¿Y si no le gusta?, ¿Y si hay crisis?, ¿Y si se enoja?…Lo anterior lejos de ayudar crea tensión y un ambiente de duda y preocupación que paraliza, ya que por mucho que se desee no es posible estar anticipado y preparado ante lo desconocido. Vivir con incertidumbre es dar fuerza a lo que todavía no ocurre, es temer al futuro y vivir en un estado de constante ansiedad. La confusión genera temor y el miedo no deja pensar ni mucho menos actuar. Por esa razón para muchos la incertidumbre es considerada una soga que ata de pies y manos.
Pero ¿qué pasaría si se dejara de creer que lo desconocido es necesariamente malo? El hecho de que algo sea nuevo no significa que sea peligroso. La incertidumbre tiene que ver con la capacidad de adaptación del ser humano al cambio y con lo dispuesto que se está a fluir y a confiar. La incertidumbre enfocada desde un lugar de angustia crea gente indecisa que se la pasa mirando a su alrededor para copiar al de junto y seguir al de enfrente con la esperanza de que estos encuentran una mejor dirección.
La diferencia entre una persona resolutiva y otra que se paraliza es que la primera sabe ver en la incertidumbre el factor oportunidad, mientras que la segunda sólo encuentra en ella inestabilidad. La incertidumbre no es pesadumbre cuando se le percibe como una gran aliada que quizás a través del caos hace un llamado a la creatividad, pues el ambiente que genera es una especie de cortina tras la que los mejores magos preparan sus trucos más sorprendentes, pero sobre todo tiene la función de despertar al ser humano para recordarle que está vivo y que la vida se trata de adaptarse para reinventarse.
El no tener la certeza absoluta de todas las cosas es lo que precisamente nos convierte en humanos y nos lleva a buscar para encontrar, a preguntar para contestar y a crecer para evolucionar.
“La incertidumbre no es pesadumbre sino algo que te saca de la costumbre para que no te estanques y te conviertas en podredumbre”
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