Muchas veces nos perdemos entre nubes de algodón y creemos que para gozar de algo maravilloso tenemos que pagar lugares exclusivos y servicios exquisitos. Frases como: “El lujo es el deseo de muchos, pero la realidad de pocos” hace que nos confundamos e interpretemos la palabra lujo como algo lejano e inalcanzable, lo cual en algunos casos alimenta el resentimiento y la búsqueda de culpables que en ocasiones nos lleva a señalar a la publicidad que hay en el mercado como la gran causante de nuestros males, ya que no sólo está enfocada en buscar nuestras necesidades, sino también en crearnos nuevas para luego ofrecernos la ilusión óptica de vendernos algo “súper increíble y único” que supuestamente una vez adquirido nos llenará y quitará esa sensación de falta, pero si quisiéramos ser honestos y responsables tendríamos que admitir que tenemos la publicidad que no por malos, sino más bien por ignorantes merecemos. Esto quiere decir que dado a que vivimos pensando que somos nuestro ego y nos identificamos con todo lo que el nos dice, vivimos en un lugar de mucha necesidad en donde para “ser alguien” y ser vistos necesitamos necesitar.
Necesitamos no sólo tener una opinión, sino la verdad en la boca, necesitamos conseguir grandes logros para ser reconocidos, necesitamos demostrar para que los demás tengan claro que existimos, necesitamos competir para subir, necesitamos vernos bien para ser aceptados, necesitamos tener para valer y así es como poco a poco dejamos de simplemente ser para convertirnos en adjetivos calificativos.
Sin embargo, el verdadero lujo es la habilidad de apreciar y disfrutar los pequeños detalles, ya sea bajo la compañía de nuestro ser o rodeados de aquellas personas que queremos y con las que nos gusta estar. Eso es un lujo y la idea de que sea algo exclusivo es porque sólo aquellos que están agusto bajo su propia piel son capaces de identificar que el disfrute está en las cosas sencillas y que aunque éstas se adornen y se envuelvan en un paquete más atractivo que las haga brillar más su esencia sigue siendo natural. Es decir, una buena comida se puede disfrutar en casa, en un día de campo o en el restaurante más caro y refinado. Unas buenas vacaciones son más que ir a la playa o a cualquier lugar, pues son aprovechar los días haciendo actividades que nos gusten y nos hagan disfrutar, como puede ser algo tan sencillo como dormir más.
El lujo está en nuestra cabeza y es la habilidad que poseemos para hacer desde donde estemos con aquello que tenemos algo que nos haga estar en bienestar.
“El verdadero lujo es hacer lo que quieres acompañado de las personas que más quieres”
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